Un puente entre el sol, el alma y el otro

6/10/20251 min read

El pan egipcio:
Un puente entre el sol, el alma y el otro

El pan no es solo alimento. Es una ofrenda. Es memoria. Es una presencia silenciosa en casi todas las mesas del mundo. Su aroma nos conecta con la infancia, con la madre que amasa, con la tierra que da, con el fuego que transforma. Es humilde y profundo, como la vida misma.

En cada trozo de pan hay una danza entre los elementos:

la tierra que ofrece el grano,

el agua que da forma,

el aire que fermenta,

y el fuego, que como un pequeño sol, lo convierte en cuerpo.

El sol —esa fuente inagotable de energía— está presente desde el primer momento: en la fotosíntesis del trigo, en el calor que ayuda a fermentar la masa, en la luz que acompaña a quien hornea. El pan es, de algún modo, sol comestible, energía convertida en abrazo.

Pero el pan también es un lenguaje. Cuando partimos el pan con alguien, compartimos más que comida: compartimos el corazón. En Colombia, como en muchas partes del mundo, invitar a alguien a comer pan es decir: “te reconozco, te acojo, confío en ti”. En el campo, en las ciudades, en los pueblos: el pan une.

Desde lo sagrado, el pan representa el cuerpo, el sacrificio, la presencia divina. Es símbolo de abundancia, pero también de fragilidad. De que todo lo esencial se comparte, o se pierde.

Ahmed Yehia